La luna, la madre y la sombra de la rebeldía de Lilith en la noria de la vida de una emoción, nace con la ilusión, para convertirse en magia, que desaparece para ver nacer a la alegría, está muere para dar paso a la felicidad y todas juntas se hacen eternas conquistando el amor incondicional.

¿Te vas a atrever a sumergirte y bucear en tus emociones, en las aguas negras hasta trascender la oscuridad y como Orus, encontrar la luz más brillante, oculta en sus profundidades?, o te vas a limitar a pretenderlo pasando de puntillas por encima de tus emociones.

Soy consciente que soy amor, pero siento miedo de ilusionarme.

Siento ilusión de alcanzar el amor, pienso que nunca lo conseguiré.

Sé que el amor es magia, pero no la siento.

Siento la magia transformando mi vida, pero pienso que yo no soy el mago.

Se que estoy contento, pero no siento alegría

Siento la alegría, pero pienso que nunca estoy contenta con nada.

Soy consciente de la felicidad, pero no me siento feliz.

Siento felicidad, pero pienso que eso no es felicidad.

Ahora siento, ahora ya no, ¿Estoy vivo o estoy muerto?

 

Estamos en una noria, subiendo y bajando, en bucle, intentando controlar y decidirse por una emoción, entre un sinfín de ellas, cuando somos todas y a la vez ninguna.

Realmente son solo estados, donde se expresan nuestros cuerpos dimensionales con toda la energía de nuestro ser, que está sincronizada con el ciclo lunar en sus 8 fases. A través del fuego, tierra, aire y agua, con los cuatro elementos, pasamos por nuestras dos caras, el pensamiento y el sentimiento de una emoción, en los 28 días del ciclo.

Cuando la luna está pasando por su parte femenina o ying. Son esos momentos en los que parece que solo podemos sentir, sentimos hasta lo que pensamos de nuestra vida, pero realmente no podemos pensar, se va clarificando hasta llegar a la luna nueva.

En su otra cara la luna va pasando por la parte masculina o yang. En esta fase del ciclo, solo racionalizamos la emoción, pensamos,

pasamos al otro lado, pensamos incluso lo que sentimos de nuestras vidas, hasta llegar a la luna llena.

Durante 28 días vamos de un lado al otro sin ser conscientes, que, si pensamos una emoción no la estamos sintiendo, la sabemos. Pero cuando sentimos la emoción, no podemos pensarla, entonces nos sumergirnos en esas aguas, allí no hay pensamiento que la juzgue.

Es salvaje, indomable, es instintiva y arrasadora, como el abrazo de una madre. Da igual lo que estés pensando, solo lo sientes, solo sabes que te sientes seguro, en paz, en el refugio del abrazo de tu madre, con los latidos de su corazón unidos al tuyo.

Pero con la sombra de Lilith, acechando, siempre vamos a tener un responsable para nuestra emoción, para que nos la den, nos la entreguen, o para que se hagan cargo de ella. Si no es mi ex, o el vecino, o mi hermano que no me entiende, o la enfermedad, o si no el gato que ha tosido cerca.

A no ser que atravesemos nuestra propia emoción en sus dos formas, superando las sombras que nos frenan, no conseguiremos gestionarlas y buscaremos siempre un responsable fuera.

La noria arranca, los nervios que tenías antes de subir, ya no están, pasan a convertirse en miedo porque no te acuerdas que tú mismo has fabricado y calculado esa noria metódicamente, pasan a convertirse en miedo por la falsa falta de control que tenemos. La noria asciende y el miedo ya no importa al llegar a la cesta más alta, comenzamos a sentir el vértigo, el corazón se acelera pero tienes que confiar en ti mismo, aunque el grito siempre se escapa, después no queda otra que atravesar las sombras que la luna nos muestra a través de Lilith, ella nos remueve nuestra sombra más oscura, esto provoca hipersensibilidad, con mucha energía mental, cansancio físico, vulnerabilidad, euforia y algo de irritabilidad, Cuando aparece Lilith, siempre presente en el ciclo lunar, nos atrapa la rebeldía y una especia de inconformismo, para ayudarnos, a evolucionar y crecer ,encontrando la luz más evolucionada de nuestro ser, es una gran oportunidad para liberarnos de nuestras cargas y disfrutar del paseo en la noria. Es ahí, donde nos podemos dar cuenta de que la humanidad nunca estuvo más unida que ahora en la historia de esta tierra.

Como en la noria de las emociones que nacen de nuestra vida, las diferentes cestas o fases de la luna pertenecen a una sola. Ya no importa tanto el trabajo, o si me combinan los zapatos con la camisa, si mi padre me valora, porque ahora mismo lo único que nos importa es que sobrevivan a esta enfermedad. Que nuestros pequeños no se desquicien intentando gestionar nuestras emociones negadas. Que los jóvenes, evolucionen y los que tenemos salud para hacerlo, movamos el mundo.

En ese sentir estamos todos unidos. Ahí no hay separación, en este momento todos tenemos un pensamiento global, tenemos un grandísimo poder pensando 24h juntos en la separación y sintiendo una sola cosa…. la vida, como vamos a vivirla, el miedo a perderla, ya sea por la enfermedad, o por el fin del mundo…  Y si fuera así no tenemos nada que temer, sabemos que vamos a morir desde que nacemos.

Es la primera vez que no tenemos objetivos individuales, ahora solo hay uno en común: la vida y sanar lo que la obstruye, sea lo que sea. No hay contrarios, si no complementarios, como las dos caras de la luna, siendo una solo. No tenemos diferentes causas, o fronteras, todos queremos devolver la salud a la vida, para vivirla de una vez hasta las últimas consecuencias. Para eso es necesario sumergirse en esas aguas y descubrir la verdad de nuestra existencia, saber y sentir que nuestra vida nos pertenece, que todos tenemos una, y que la estamos viviendo. Somos los creadores del parque de atracciones, el ídolo, está dentro montado en la noria, sin ser consciente de ello, no está fuera, pero no lo sabe y esta mareado creyendo que el que enciende la atracción tiene el poder sobre su emoción, porque el ídolo, nosotros, no pensamos, que hemos creado el parque, inventado y calculado todas y cada una de las atracciones.

La vida somos cada uno de nosotros buscando la felicidad, eso sí, que lo tenemos todos en común, nada hay en contra, hasta nuestra sangre es del mismo color, y con esta verdad, siendo los protagonistas de nuestra vida, solo con la intención de ayudar al bienestar del otro o a nosotros mismos, tenemos el poder de nuestra luz en nuestra vida, conquistando el amor incondicionalmente de la forma que tenga, aunque no sea como lo habíamos pensado o imaginado.